lunes, 5 de marzo de 2012

En el fondo


Para caerse no tuvo que hacer mucho esfuerzo, siempre estuvo al borde del precipicio y bastó un leve empujón para llegar hasta el fondo.  La caída, como todas, fue tan accidentada como inesperada en realidad. Quién sabe cuántos metros serían, pero a juzgar por el golpe, las heridas y obviamente la inconsciencia temporal desatada, con seguridad sería muy profundo.  Una vez recobrada la cordura hizo lo que cualquiera hubiese hecho en su lugar: llorar. Pero pese a que el llanto es tedioso, sobre todo cuando es de dolor, es más tedioso permanecer en el mismo lugar, a oscuras, con aparentemente nada por hacer.  Así es que se secó el llanto con las manos llenas de barro y empezó a pensar. Salir de aquel hoyo por donde había entrado era imposible y poco prometedor, era inútil escalar y además arriba estaban las personas que lo habían empujado. Así que la única opción era seguir hacia el fondo. Aun tenía sus manos y seguir hacia el fondo le regalaba esa contradictoria esperanza en lo inesperado. Empezó a cavar durante un tiempo incontable y la distancia de la orilla era cada vez más amplia. Un día se encontró con que el final del fondo era la otra salida. Hizo lo obvio: llorar. Cuando estuvo afuera, sucio y con las manos sangrantes llenas de tierra, pese a que la luz lo enceguecía, se quedó inmóvil. Sintió vértigo cuando su pie rosó la orilla de otro hoyo y náuseas cuando vio a las personas acercándose para volverlo a empujar. 


2 comentarios:

  1. Más síntesis. Me hizo sonreír esta variante del mito de Sísifo.

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    1. Gracias Germán! Siempre es bueno hacer sonreir a los amigos! Saludos!

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