Estaba adherido, o al menos aun lo estaba cuando empezó
a despertar. Miró hacia abajo, a lo largo de la vara que venía escalando de
tiempo atrás, y siguió un rastro que empezaba desde debajo de sí mismo y se extendía
en descenso hasta perderse en la distancia.
Estaba adherido, o al menos aun lo estaba cuando,
desde donde se encontraba, vio como una mano que le pareció conocida borraba aquel
rastro. Se sorprendió de que la huella de un camino se borrara tan fácilmente que
pareciera no haber andado nada jamás.
Estaba adherido, o al menos aun lo estaba cuando volvió
su mirada hacia arriba y la misma mano –aquella mano conocida– que se había empeñado
en borrar su huella, le aventaba granos diminutos de sal, uno a uno, que a un
tiempo lo hacían arder, encogerse, revolcarse y despegarse poco a poco,
lentamente y con gran dolor.
Estaba adherido, o al menos aun lo estaba…

Hay una hermosa metáfora adherida en esta fábula... bien!
ResponderEliminarjeje, gracias German!
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