sábado, 18 de octubre de 2014

Bolero



Aprendí a bailar desde los nueve. Mi vida ya estaba llena de música desde muy chamaco, pero para aprender a bailar, los elementos principales fueron mi mama y la Sonora Santanera. Aprendí a bailar con el bolero, con temas como el desamor, la desilusión, la tristeza, la nostalgia, etc. Es decir, aprendí cómo se sentían bailando cosas que a mis nueve años claramente no conocía. La empatía tenía que ver con una cuestión de la sensibilidad derivada de las cadencias y las síncopas rítmicas que yo sí conocía y no con mis parejas amorosas hasta entonces inexistentes. ¿Cómo se baila una cadencia menor en la voz de Felipe Pirela o un puente de vientos de la Sonora? Eso no se lo enseñan a nadie ni en Merecumbé! 

Lo más curioso es que el Bolero es un género muerto. ¿Quién escribe boleros hoy? Lo más reciente que recuerdo es Frank Domínguez o no sé, las versiones más nuevillas de la Fania como en los 80´s. A lo mejor el papanatas de Luismi cantanto a Manzanero (me aguevás). La verdad no me explico por qué. El bolero es para mí una de las claves más importantes no solo para comprender el amor y sus variables, sino una de las fórmulas musicales más completas y en algunos casos de las más complejas. El bolero explica el llanto y la sensualidad, la nostalgia y la satisfacción, los sueños y el caos de la vigilia pretensiosa y esperanzada por el objeto amado. Hasta la fecha, aun lloro un poco cuando escucho a Daniel Santos con su vocecita de tapis pidiéndole favores al destino o a Agustín Lara de necio con María Felix… (qué putas sabe un chamaco de nueve años de semejantes cosas!)… Pero en fin, luego del bolero vino la salsa y demás subgéneros que para cualquiera que sabe, son subgéneros del jazz y es así como de hecho llegué al jazz. Mi más grande vicio! (y eso que tengo un montón)

Sigo pensando, sin embargo, que no hay géneros similares al bolero actualmente para rellenar ese desconocimiento que hay ahora del amor. Si bien es cierto el jazz rellena las carencias de tipo musical que hay en general, no lo logra con respecto a la música como reflejo de la experiencia del amor (hay que hacer la salvedad del formato de los Jazz Standards que son, dicho sea de paso, otra lengua muerta) tanto femenina como masculina. Hay una idea muy errónea de que el bolero es un género masculino y machista [insértese aquí una risa muy burlona], baste con mandar a cualquiera a buscar a Lena, Malena y la misma Elena Burke, a la última Celia, a Libertad Lamarque, Toña la Negra, María Luisa Landín y obviamente a la mamá de los tomates Consuelito Velásquez para comprobar que la vara del amor a través de la música es un tópico unisex y que no tiene para nada repetición. 

En fin, a mí me sigue preocupando que la música se disipe en cosas medio raras que no corresponden ni a la música, ni al mensaje que pretende transmitir. Es posible que no haya ni siquiera una intención de transmitir nada. Bailar no es deseable tanto como sí es recordable, y a mí la vara esa de sentirme como un dinosaurio, sigue sin gustarme del todo. ¿Es acaso que la única opción ante las sensibilidades es adaptarse a ellas? ¿No hay ninguna opción de heredar un poco de carne, un poco de cuerpo? 


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