viernes, 2 de mayo de 2014

Twistedness



Cuando se trata de discutir la cuestión de los prejuicios morales (cualquier cosa que eso signifique) siempre se cae en esas generalidades indefinibles que nos llevan irremediablemente a terminar hablando pura mierda. Me explico: todos estamos de acuerdo en que los prejuicios son indeseables y todos sostenemos de una u otra forma que no los tenemos. Afirmaciones meramente formales y vacías como cuando se afirma que mentir es malo, pero todos mentimos en alguna medida.

Considero que una de las principales raíces de esta tendencia es la de nuestra insistencia por buscar el orden o cosmos (en contraposición al caos). Esa terquedad de imaginar que todo está ordenado y somos los seres humanos los que lo desordenamos me parece la más estúpida de nuestras afirmaciones. ¿Orden de qué? ¿Con respecto a qué?

Creo que uno de los principales logros del surgimiento de las vanguardias fue precisamente el hecho de mostrarnos una cara del gusto relacionada con lo asimétrico, con lo antifigurativo, con lo incomprendido. No me imagino a Kenny G generando un despiche como el de Kurt Cobain o Jim Morrison. Si tuviera que escoger entre Janis Joplin y Celine Dion para casarme, con los ojos cerrados escojo a Janis. Tengo sin duda una terrible atracción hacia lo que se destruye, hacia lo que duele ¿Digo que Celine es mala? No, para nada. Estoy hablando de la atracción hacia lo torcido, hacia lo dionisíaco, para usar lenguaje nietzscheano, eso que trae hacia la carne la comprensión del otro, eso que hace que unas estrías y un poco de celulitis sean mucho más tentadoras que una piel de anuncio de lubriderm.

No me imagino a ninguno de los personajes con mayor capacidad de comprensión de la humanidad rodeados de puros seres humanos inequívocos, no me imagino a un Jesús de Nazareth rodeado de santos, me lo imagino rodeado de putas y ladrones, rodeado de leprosos y pobretones muertos de hambre (como lo dibujan las escrituras), no me lo imagino en un desierto de arena siendo tentado, me lo imagino en una vida que es un desierto tentado infinitamente hasta llegar a la cruz. Al santo se le busca para pedir perdón, al humano se le busca para una conversación. No me imagino a Shakespeare ni a Dostoievsky o a Cioran escribiendo en un claustro, me los imagino oliendo orines y mierda en media calle. Los grandes psicólogos son víctimas de su cuerpo y en eso reside su humanidad, no en la cantidad de adjetivos que le puedan poner a un ¨paciente¨. ¿Quién se imagina a Hendrix o a Bob Marley chiveando en sobriedad? La Liga de la Justicia suena bien para puros personajes extraterrestres que no existen, pero la humanidad se sigue equivocando y su incomprensión tiene origen en la búsqueda de la santidad.

Cada vez que me encuentro a algún perfecto, mi primera reacción es la de voy jalando. Las personas que no se equivocan me alejan inmediatamente, seguramente es la razón por la cual siempre me rodeo de gente llena de problemas. Me aburro con facilidad de lo plano, de lo fácilmente comprensible, de lo que no necesita de un esfuerzo entrañable para ser aceptado. La humanidad torcida me seduce, me atrae, incentiva mi conversación y me hace escribir y crear. ¿Soy un neurótico? ¿Por qué quisiera ser algo diferente? Mi forma de ser me ha acercado con las personas más diversas e interesantes que alguien podría imaginar. Soy un imán de locos y no quiero ser de otra forma, me gusta ser humano, cada vez más humano. Homo sum et nihil humanum a me alienum puto.

2 comentarios:

  1. Yo pienso que las personas mas imperfectas esos que esta sociedad etiqueta de anormales, diferentes, locos, etc tienden a ser los mas reales puesto que no temen el mostrar sus verdaderos rostros. Desconfío mucho de aquellos que se hacen llamar ¨normales¨

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    1. Sí Caro, ya sabés lo que pienso de la normalidad! jajaja por fortuna los perfectos no existen, si no qué pereza!

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