sábado, 24 de agosto de 2013

Los apologistas de un Dios genocida



Una lectura del libro de Job

La Biblia es un texto al que le tengo un gran respeto, pero no por razones religiosas. Considerando las interpretaciones tan vergonzosas que de ella hacen las religiones, sería suficiente para no respetarla del todo. El respeto que le tengo es meramente literario, es decir, desde éste punto de vista La Biblia para mi es tan valiosa como Los Hermanos Karamasov o El Quijote. Dejando por fuera libros como El Levítico que no creo que actualmente se pueda tomar con la más mínima seriedad, ni siquiera por un dogmático, la Biblia es fuente de varios textos que personalmente considero unas joyas literarias. Uno de ellos, quizás mi favorito, es el libro de Job.

No pertenezco a ninguna fe, ni practico tampoco ninguna doctrina religiosa, y es quizás precisamente por eso que el texto de Job me parece tan atractivo: aparte de un estilo para nada candido, bastante agresivo y que me parece que refleja con gran exactitud lo que puede estar viviendo psicológicamente un hombre al que literalmente se le ha destrozado el mundo, corresponde también a una resemantización de la relación del hombre con Dios y la relación de Dios con Satanás, que más que una cosa de tiempos remotos, considero de gran actualidad. 

La trama: Tenemos a Jehová reunido con los hijos de Dios, entre ellos Satanás, al mejor estilo de una reunión de Olímpicos griegos, quien decide retar a Satanás (el por qué Jehová quiere demostrarle algo al malvado es una cosa que queda oculta) a poner a prueba la fe de su hijo más recto y bondadoso, Job, quien por su parte es un hombre pulcro y de costumbres indiscutiblemente apegadas a la fe. Jehová le dice así en dos platos “vaya y haga lo que quiera con Job, nada más no lo mate a él y va a ver que no reniega de mi”. Satanás, ni lerdo ni perezoso va, armado de plagas y demás siniestro arsenal, a despojar a Job de todos sus bienes materiales. Cosechas, rebaños y por supuesto, su familia. Hace que la casa donde se encuentran los siete hijos varones y sus tres hijas se les caiga encima y los mate. Job acepta estos males con un admirable estoicismo y no reniega de Dios. Entonces Satanás va donde Jehová y le dice: “Diay sí, pero es porque no le hice nada a su persona” a lo que Jehová responde, bueno, vaya otra vez y lo maltrata otro poquito para que vea qué nivel de hijo el mío que ni aun así es capaz de doblegarse y renegar de mí. Satanás vuelve donde Job y quién sabe que enfermedades le mete y al hombre de Uz se le pudre toda la piel, desde la punta de los pies hasta el último pelo; se le llena de llagas supurosas y lo postra en cama (es decir, en el piso, porque Job hasta su lecho ha perdido gracias al incomprensible experimento).

El Dios de Job: Y bueno, aquí es donde la cosa se pone interesante. El texto representa a un Dios con el que el personaje tiene una relación de tú a tú, sin intermediarios. Un Dios genocida a quien no le tiembla la mano para mandar a su hijo Satanás a matar a toda tu familia. Un Dios que mantiene por cierto como hemos visto una extraña relación fraterna con Satanás. El Dios de Job lo tiene como uno de sus favoritos y no necesita ni sacerdotes ni otro tipo de intermediarios para comunicarse con su oveja, así es como Jehová está viendo todo y Job no tarda en venir a hacerle sus reproches correspondientes. En ningún momento Job reniega de su Dios, debe quedar claro, ni cuestiona su poder. El reclamo va por otro lado:
"Saturno devorando a un hijo" Goya

“¿Qué es el hombre 
para que lo engrandezcas,
para que pongas
en él tu corazón
y lo visites todas las mañanas,
y a cada momento lo pruebes?
¿Cuándo apartarás de mí
tu mirada
y me soltarás
para tragar siquiera mi saliva?
Aunque haya pecado,
¿qué mal puedo hacerte a ti,
Guarda de los hombres?
¿Por qué me pones
por blanco tuyo,
hasta convertirme
en una carga para mí mismo?
Pues pronto dormiré en el polvo,
y aunque me busques temprano
no existiré” Job 7, 17-21

Las apologías: Yo probablemente le haría unas preguntas muy parecidas. Esto es posterior a que Job ya haya maldecido el día en que nació y se ha cuestionado por qué no lo dejan morir. El estilo poético de Job corresponde a los mejores momentos de un Darío, y es en realidad como para releerlo un millón de veces. Pero bueno, dejemos el apasionamiento. A éste punto es donde entran los “amigos” de Job que en principio han llegado a darle su apoyo. Sin embargo, son unos amigos que parecen haber sido sacados de la Asamblea Legislativa tica o de cualquier iglesucha de esquina en el centro de San José. En realidad parecen importados desde el “deber ser” y se dedican a achacar a Job quién sabe cuáles pecados desconocidos. Son de esos tipos ordinarios que abundan en cualquier parte de la historia, con los que nos encontramos todos los días tomando por suya la ley divina y justificando lo injustificable. Arguyen que Job en realidad es un pecador, pero que no entiende o no conoce quizás la forma en que ha pecado. “Si tus hijos pecaron contra él, él les hizo cargar con su pecado. Si tú desde temprano buscas a Dios, y ruegas al Todopoderoso; si eres puro y recto, ciertamente él velará por ti y hará prosperar la morada de tu justicia” Dice Bildad en Job 8, 4-6.

¡Mentira! Como ya hemos visto, las vicisitudes de Job se deben al póker que está jugándose Jehová con Satanás. Lo curioso es que cualquiera a quién le haya caído el equivalente a las siete plagas, sabe lo común que es escuchar decir “mirá, a lo mejor es que en realidad la has cagado y no te has dado cuenta”. Aunque lo cierto es que no conocemos los designios de la deidad ni qué diablos andan haciendo con nosotros.  Hasta el mismo Jehová tuvo que bajar luego a pegarles una cacheteada a los charlatanes (a mí me dan como unas ganas que de vez en cuando baje Jehová como torbellino y de un par de huevazos le cierre la boca a más de uno) y dice “¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?” Job 38, 2, es decir, “¿quién es ese bombeta?”. Y bueno, luego aprovecha para echarle en cara todo lo que le había dado: que yo te di la vida, que te di brete, bienes materiales, familia, etc. Y como yo te lo di, entonces te lo quito cuando se me venga en gana… palabras más, palabras menos…  

El buenazo de Job, después de que Jehová se dignó a venir a explicarle porque lo agarró de conejillo de indias, expresa su entendimiento y como si fuera poco, ora por sus amiguetes para que Jehová no les vaya a mandar a Satanás para que los agarre de juguetico. Jehová lo escucha y le vuelve a dar prosperidad. Entiéndase, todo nuevo. Nuevo brete, nuevos rebaños, nuevos bienes materiales y nuevos hijos e hijas más guapos y guapas (claro, porque los hijos se reemplazan así, unos con otros). Fin de la historia.

Independientemente de los claros saltos argumentativos por parte de Jehová que probablemente serían material para alguno de los juegos interpretativos de Saramago en sus textos, el libro de Job es un texto obligatorio si se quiere comprender el dilema de la fe, los juegos problemáticos de la interpretación y las discrepancias hacia lo interno de una fe mal comprendida. Y aparte de todo, es un texto grandiosamente escrito, de lectura hermosa y llena de significaciones. Completamente recomendado. A nadie le hace daño leer la Biblia de vez en cuando.

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