lunes, 22 de julio de 2013

Crónica de una sala de urgencias




Levanto la tapa del inodoro y cuando me dice buenos días le contesto con tres vomitadas en fila. Algo no está bien considerando que me tengo que ir a bretear en cuestión de minutos. Me despido de los productos de mis entrañas jalando la cadena y vienen tres vomitadas más. Me levanto a como puedo del piso donde abrazo la taza como si fuera a salir corriendo (la taza). Tengo la mala idea de verme en el espejo para comprobar que no queda de otra, es domingo, voy para urgencias. 


Cualquiera sabe que el sistema de salud en Costa Rica los domingos solamente atiende urgencias, así que si usted tiene la pésima idea de contraer un virus, asegúrese de que no sea un domingo. Los domingos sólo son buenos para recibir disparos, puñaladas, ser atropellado por un carro, parir o tener un infarto.


Mi tata me hace el gran favor de subir en el carro los restos de mí que no se fueron por el desagüe cuando jale la cadena por última vez y nos vamos para la hermosa sala de urgencias del San Juan de Dios. No voy a cansar con la perorata de que odio los hospitales y los porqués. Baste con decir que la idea de que voy para el hospital es suficiente motivo para incrementar mis náuseas.


Lo primero que hago es entrar al baño que parece un recinto del infierno, pero un poco más sucio de como yo me lo imaginaba. Haciendo uso de unos artes desconocidos de equilibrista me la juego para medio sentarme y terminar mis trámites depositarios. No entiendo por qué no hay un lavatorio con jabón antibacterial y salgo haciendo un drama ante mi tata que indignado me apoya cuando extiendo mi queja al doctor que me hace el auscultamiento. Mi tata no puede creerlo y cuando entra al baño y ve que hay dos lavatorios con agua potable y jaboncito procede a basurearme y tacharme de necio delirante. Me río, o creo que me río.


Las cuatro siguientes horas de espera son suficientes para un centenar de cosas. Pasar a través de un pasillo que sin duda Dante conoció antes de describir los círculos del infierno para que me hagan una prueba de dengue que después de un par de horas sale negativa. Mientras permanecemos sentados en la sala de espera escuchamos todo tipo de cosas y vemos todo tipo de escenas: un compa llega con la mano despedazada escoltado por un policía, un par de piedreros sentados tienen una conversación interesantísima acerca de la moral social costarricense. Uno viene con una puñalada, pero parece que no siente nada, el otro lo acompaña. El acompañante dice "mae, es que tengo dos meses sin meterme una piedra, pero es que si me fumo una, me fumo todo San José", "que va mae, yo tenía dos años de sobriedad, pero diay, ahora ya puedo controlar la vara, me fumo una al suave de vez en cuando", contesta el otro. Un pandereta de vocación y profesión que está sentado al lado los ve con cara vindicativa, mientras que la doña panzona que está a la par se agarra la panza cuando el piedrero #1 le habla al piedrero #2 de los dos hijos que tiene y lo felices que están en la choza viendo fábulas de Disney. El piedrero #2, el de la puñalada, insiste en relativizar moralmente los actos censurables del piedrero #1. El pandereta asiente con la cabeza y con el ceño fruncido. Una ambulancia estruendosa alborota mis náuseas y entra una viejita en una camilla convulsionando. Luego entra otra ambulancia con otro apuñalado y sus respectivos familiares llorando. El piedrero #1 le dice al otro "mae, imaginate que la vez pasada me compré una leva pichuda, como de veinte rojos en la mañana, y en la tarde ya la había vendido para comprarme un puño de piedras", "mae, rata, que bárbaro, eso no se hace" dice el piedrero apuñalado.


Voy en mi Segundo viaje al círculo de Dante para ver qué putas pasa con mi prueba de dengue. Un chavalo muy amable de los penitentes, con una sonda en el caño de la uretra, ahí, a la luz de todo el mundo, me mira con rostro amable y tengo el impulso propio de un  imbécil de decirle "Hola, como estás?" a lo que el compa me responde con un sincero "bien y vos?" que me hace sentir aún mas imbécil. En la puerta del laboratorio hay como diez personas haciendo un despiche porque los resultados de la prueba de dengue tampoco les salen y a mí me da vergüenza preguntar. Salgo de nuevo a la sala de espera donde está mi tata y como ochocientos (casi mil) piedreros más, familiares del piedrero apuñalado, incluyendo a su esposa/novia/amante que viene con un ataque de asma y tres moretones fresquitos en la cara. Están muy alterados porque al piedrero apuñalado lo van a operar porque la herida le llego hasta el riñón.


No vomité más porque el simple pensamiento de tener que entrar en ese baño otra vez me quitaba las ganas de todo. Conforme pasan las horas empieza a llegar más gente, las filas se hacen espantosas, las ambulancias desafinadas y estruendosas me asustan. El ambiente está espeso, el olor es insoportable, huele a sangre sucia, alcohol, sudor, suero, medicinas, un viejito en una camilla se acaba de orinar y viene por una diálisis. La esposa está haciendo su despiche de rigor argumentando que lo de ella es una emergencia, que por favor la dejen brincarse la fila. Otra señora con un ataque de asma le quiere hacer segunda en el despiche, pero el aire no le da. Una enfermera le pasa una bolsita para que respire, la señora la usa y en un par de minutos la bolsa esta mojada con babas que se suman a los olores.


Mi tata empieza a aceptar con su semblante que efectivamente lo traje al infierno a pasear el domingo, ya empezamos a temer que con tanta gente contagiada de dengue, si no teníamos, de fijo no faltaría mucho para que nos pegaran algo. Mientras esperábamos entraron dos muertos más, un par desangrándose, otro chamaco apuñalado y las cámaras de Extra TV42 tomando fotos amarillistas, como cinco embarazadas y siga contando... Mi tata y yo esperamos los últimos minutos como penitentes hasta que me llamo el doctor "no tiene dengue, vaya póngase esta inyección, tome suero y pase un buen día". Mi tata y yo salimos, nos montamos en el carro, esperamos unos minutos a que el ruido se nos marchara del recuerdo. Nos preguntábamos … para quién putas es la CCSS?

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