viernes, 17 de enero de 2014

Hormigas tontas



Todo empezó como un recuerdo, pero es que los recuerdos son tramposos. Yo recordaba la piel, los ojos, aquella boca que parecía una bomba de sangre masticable. Me encantaba. El niño dice: ¨Mirá papá, una hormiga tonta¨ y yo pienso que en realidad la imagen de las hormigas tontas es la más apropiada para esos recuerdos míos. Mínimos, pequeños y engañados, con la idea de que pueden llevar todo el peso sobre los hombros para levantar un edificio.

Igualmente seguía yo con mis hormigas tontas atormentándome (porque cuando un recuerdo es lo más cercano que uno tiene de la realidad deseada, está bien jodido y atormentado) y pensaba en las piernas agarradas de mi espalda, las tetas, las nalgas apretadas entre mis manos, el olor, la humedad. Empezaba a sonreír de nuevo, si fuera una hormiga tonta en esos momentos, sin duda podría llevar un árbol a espaldas. Te llamo, quiero compartir con vos mis recuerdos, pero antes vos me contás tus pesadillas, recurrentes, temerarias como monstruos marinos. Extrañamente coinciden con mis recuerdos, pero ya lo dije, los recuerdos son tramposos. Esa maldita pesadilla tuya que es capaz de acabar con toda una multitud de hormigas tontas con un solo pie.

Yo sigo recordando, no lo puedo evitar. Haciéndome un revoltoso de pesadillas, a ver si algún día la pesadilla (porque las pesadillas también son tramposas) sucumbe tras un ataque de hormigas asesinas como las que duermen en mi cabeza. 

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