domingo, 22 de diciembre de 2013

Reminiscencia



Hoy volví a escuchar esa canción, la misma que escuché en el baño durante toda la tarde, una y otra vez, el día que mandé todo y a todos para la mierda. Es bastante cursi en realidad, no tiene para nada el perfil de una canción motivadora de destrucción, pero fue esa la que escuché. Tiene el mérito de hacerme resurgir los dolores que siguen a las grandes satisfacciones, ¿me explico?, y bueno, eso no es poca cosa, cualquier que me conoce lo sabe.  Claramente las canciones no motivan a nada por sí solas; requieren de un impulso “latente”, como dice la psicóloga, que quiera hacer erupción. Y eso fue lo que pasó… ♪ lovely lady ♪, sonaba, una y otra vez… Yo salí del baño con la decisión convertida en verbo, verbo clarito, argumento infalible e irrefutable, ¿qué esperaba que me dijera? ¿que me quedara?, como si fuera posible apagar una brasa a punta de chupadas…  Tantas veces ha recurrido a mi recuerdo esa canción como el detonante de mis desgracias, como motor de los llantos, la justificación de todo lo pasado y hasta de todo lo que pudo haber pasado.

Y bueno, todo retorna. Hoy la escucho de nuevo, aquí en el baño, una y otra vez, ya pasé la etapa del llanto y se ha empezado a construir el verbo los argumentos, las formas, la retórica dolorosa de quien piensa salir a destruir ♪ lovely lady ♪, ya las palabras están listas y estoy listo yo, todo está donde debe estar cuando salgo del baño, está TODO, la canción, la rabia…♪ lovely lady ♪ TODO… hoy sos vos la que no está. 

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