miércoles, 9 de marzo de 2011

El insomnio y el vértigo son hermanos

El insomnio y el vértigo son hermanos. El insomnio se pone de noche para no dejar al día terminar, hace la burla de la fantasía de despertar y con el pincel de la vigilia pone sombras en el lienzo del sueño para que deje de darle a mis dolores un aspecto brillante de finitud. Es como si tuviera vida propia, como si se burlara en la cara de los que, esperanzados en el mañana,  piensan que con la luz del sol todo vuelve a comenzar. “Nada ha terminado aun”- me dice en la cara con una mueca funesta y mis ojos abiertos dejan caer lágrimas secas, porque las lágrimas del insomnio son un oxímoron. El insomnio nos deja la certeza de que la vida en realidad es continua, mientras el sueño corresponde a un shock para la pesadumbre de seguir en el mismo fango. El insomnio no deja que nada se acabe, lo vigila, lo vela, lo quema, lo hunde como una navaja afilada en las venas sangrantes del delirio.

El insomnio y el vértigo son hermanos. Porque con el paroxismo de la noche, recordando que todo está por acabar, me dejan colgando en espera de que todo se vuelva a nutrir de vida, como si a punto de llegar el final, yo fuera capaz de ver mis desventuras con placidez. Pero el insomnio no me deja bajar, me mantiene en una cima y cada vez me pone más alto, provocando así la sensación de la caída. El insomnio es quien propicia la caída, y su hermano el vértigo es quien la ejecuta. Durante la vigilia estoy al borde de todas las honduras del dolor, estoy más cerca de la locura y más cerca del sufrimiento. Mientras tanto, la melancolía sale a dar la cara por mí y me expone desnudo, sin nada que perder porque todo ha sido perdido ya, y sin nada que ganar porque es imposible soñar.

El insomnio y el vértigo son hermanos, y yo aquí esperando colgado en las garras de aquél, a que su hermano corte la cuerda y me deje caer.

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