De la multitud de prejuicios
acerca del hombre y la mujer y de lo que realmente fundamenta la dinámica
sexual, hay varios realmente preocupantes. Bajo la concepción del amor como
cosa del alma, es decir, como acto elevado a quién sabe qué putas, se da una separación
importante y decisiva -con una raíz histórica bastante clara- entre lo que es
del alma y lo que es del cuerpo. Lo que es del alma (cualquier cosa que el alma
sea), tiene sin duda un estatus de mayor prestigio con respecto a lo que es del
cuerpo.
¿Razones? La idea de que lo del
alma es duradero y permanente, porque el alma es eterna, exenta de los
martirios del tiempo y del espacio y no conoce de cosas cotidianas sino que
pertenece al dominio de las cosas ideales, abstractas, etc; contrapuesta al
cuerpo que es una cosa finita, efímera, se descompone, envejece, se pudre, se
corrompe con el tiempo y se acaba, pues aparentemente parece poner al cuerpo en
grandes desventajas.
Sin contar con que la separación
entre cuerpo y alma es claramente ficticia, artificial, hay un prejuicio
subyace a esto y es el hecho de asumir que las fuentes de nuestros deseos son
esotéricas y no corporales. Nada de lo que conocemos, ni siquiera lo que
imaginamos tiene una fuente distinta de nuestras percepciones. Todo entra por
los sentidos. El alma y el cuerpo no están separados, le guste a quien le
guste. Ya Descartes se encontró con este dilema muuuchos años atrás y terminó
diciendo que el cuerpo y el alma estaban unidos por la glándula pineal… ni
siquiera se le ocurrió decir en los ojos, o el corazón para que le quedara
poética la afirmación, por lo menos. En fin. Nadie ha podido dar una
explicación verosímil de la famosa separación. Pero veamos algunas de las
consecuencias:
De chamacos todos conocimos las barbies, unas muñequillas espantosas
rubias con su galán -porque nunca se les ocurrió hacer la Barbie lesbiana- que
se llama Ken y que es poco más o
menos el galán de pueblo. Las barbies
tenían un centenar de vestiditos que los diversos usuarios o usuarias cambiaban
dependiendo de la ocasión. Prototipos canónicos de la mujer perfecta y el
hombre perfecto, físicamente califican para cualquier principado real, medidas
perfectas, ropa cool, un carro rosado,
en fin, el colmo del empalago. El material suficiente para que cualquier niña
se construya su idea de familia funcional, perfecta, de revista. Barbie y Ken como condiciones de
posibilidad del ideal de amor.
Sin embargo, Barbie y Ken tienen la misteriosa característica de que ninguno de
los dos posee ni ano ni su respectivo órgano sexual, i.e., el pene y la vagina
no entran en la definición de la familia perfecta. Barbie ni siquiera tiene
pezones, es decir, tiene solamente la parte de las tetas necesaria para
rellenar los vestiditos. Barbie no da de mamar. ¿Será una cuestión pragmática? Es
decir, ¿para qué fabricar muñecos con partes “nobles”? o ¿es más bien una cuestión
ideológica, como cuando Miguel Ángel tuvo que pintarle ropa al dios de la
Capilla? Porque las cosas sagradas no cagan ni mean ni tienen relaciones
sexuales… Ese fenómeno estético de la negación de la mierda que Kundera llamó Kitsch.
Pero lejos del divertimento, hay
que tener claro que Barbie y Ken funcionan
como peligrosos generadores de discurso en nuestros niños. No son un elemento
aislado. Mujeres aspirando a abarbiesarse
y hombres kenificándose. Un ideal de
mujer y de hombre necesariamente heterosexuales (idílicamente por supuesto,
porque sin órganos sexuales no pueden hacer uso de sus heterosexuales cuerpos) con
pelo largo la chavala y el Ken, con su pelo corto y su peinadito de imbécil. La
creación de concreciones irreales y fantasiosas contribuye a generar no
solamente falsas expectativas con respecto a lo que es el amor y la sexualidad,
sino que prefiguran una cadena de represiones que a la larga contribuyen a la infelicidad
y el sufrimiento del ser humano. Muy al estilo de los cuentos de hadas que dan
una imagen equivocada de lo que es la vida de pareja, piénsese aquí por ejemplo
en La Bella Durmiente: una vieja estúpida que pasa literalmente dormida
profundamente hasta que llega su príncipe a despertarla con un beso. Obvio,
porque las mujeres son completamente pasivas y dependen de estos “interruptores”
que vendríamos a ser los hombres… Cabría plantearse el cuento de lo que pasó
después de que la Barbie Durmiente se despertó, lo que está después de esa
parte donde el discurso dice “y vivieron felices para siempre” Ahí justo donde
empieza lo bonito…
Gracias a Descartes por que gracias a el podemos hacer investigaciones psicologicas con enfoques quantitativos (refierase de la maquina: el cuerpo) y enfoques qualitativos ( refierase de lo subjetivo: del alma) de esta ultima papi Freud se inspira. (Jajajajajaja puedo ver sus ojos rodando)
ResponderEliminarTambien tengo que decir que esta entrada en particular me hizo sentir de todo menos aburrimiento! Excelente pieza
....de hecho, mis ojos rodaron varias veces.... jajajajaja
Eliminarjajajajajajajaja sera que en algun momento llegaremos a conciliar ese tema????
ResponderEliminarLa primera vez que lo leí, me hizo el día...!
ResponderEliminarHoy, el mismo efecto... me atrae de manera la capacidad que tiene de mostrar su punto de vista, a la vez, entreteniendo al que lee!