Confieso
que aun te pienso
que de
vez en cuando mi cuerpo
de almohada
desearía
velar tu sueños
o los
abruptos gritos bestiales
de tus pesadillas
Confieso
que en realidad
no puedo
odiarte
que sí
me entra una gana ubérrima
de
sacudirte con un beso
la inmadurez destiempada
la que
sin ser llamada llegó
para matarnos
Confieso
que el afán de aceptación
no me ha
alcanzado
para
desear que las cosas
no fueran como son
Confieso
un dolor
perpetuo
de ver
que un mundo
quedó
enterrado en un avión
Confieso
que estoy muerto
y resucitado
que todo
cuanto empezó
ya no es
para los dos
Confieso
que las confesiones
una vez
salidas de mi pluma
dejan un
poco de ser para mi
y dejan
de doler en los pasos
cuando camino
sobre
todas tus espinas
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