Desde pequeña gozaba viendo películas de payasos
diabólicos, esas que me hicieron detestarlos para siempre y, probablemente, una de las
excusas para la amargura posterior. No es para menos, ella es una bromista y yo-no-soporto-a-los-bromistas. Son
incluso un poco peores que los payasos, porque estos últimos sostienen la broma
mientras sostienen el maquillaje, sin embargo, los bromistas naturales como
ella, usan otra indumentaria, de manera que no hay maquillaje que quitar; ni tampoco
puede tener uno la esperanza, de chiquillo, de que la película se acabe o de
que alguien apague el tele.
El último día que nos vimos no fue diferente:
llegó llorando desconsolada, a punto de un desmayo, con un sufrimiento impresionatontos,
pero honesto, tatuado en la mirada. Llegó mostrando pedazos de su cuerpo a través
de escotes y enaguas enajenantes, y los latidos agitados del corazón hacían de
sus tetas un par de fuentes de la eterna juventud a punto de explotar. Cuando
finalmente, como buen espectador, me creí la broma, la tuve que abrazar, besar,
o más bien eso que habría que llamar tentaculear.
Luego, mientras seguía aun llorando, con un sufrimiento indecible, se quitaba
la blusa, la enagua y luego el sostén que terminó por catapultar las fuentes.
Yo me dejaba llevar, ni bruto que fuera, y el proceso de tentaculación era
sinceramente cada vez más divertido. El público que llenaba las butacas de mis
deseos y de mi imaginación, vitoreaban y aplaudían desde mis adentros, y empujaban
gritos hacia afuera que parecían
lágrimas o risas, yo que sé. En un par de minutos estábamos llenos de lágrimas y de sudores mancomunados.
El par de fuentes, las nalgas y aquellas piernas en vivo y a todo color, terminaron
por hacerme creer por completo la broma.
Mi público aun aplaudía cuando ella se secó las
lágrimas y el sudor, escondió la indumentaria de su cuerpo -de broma- entre lo
que quedó desarrugado de sus ropas y se marchó sin decir nada, ni media
palabra. Por alguna razón detesté una vez más a los bromistas y las películas
de payasos diabólicos que uno nunca sabe cuándo van a terminar.
Camarada Campos:
ResponderEliminarDisfruté este trozo de literatura.
Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,
Frank Ruffino
Muchas gracias Frank, bienvenido seas con tus lecturas y tus comentarios, gracias por pasar!
EliminarSaludos!
parcero lo felicito por este corto relato ya que soy un amante a los payasos jokers arlequín ´s y todo lo referente a esto muy bacano desde Colombia te mando mis mas fervorosas felicitaciones...
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario Cristian, bienvenido al blog!
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