En la entrada a una rotonda en hora pico hay un furgón. Está de primero en
la fila como un cachalote con sus cincuenta y dos pies y sus casi cuatro metros
de alto. Extrañamente ha esperado paciente por un buen rato mientras cientos de
carrillos parásitos se aprovechan del tamaño del monstruo y de su velocidad
para rebasarle, pasar frente a él y atravesarse en su camino. El monstruo
empieza a perder ligeramente la paciencia, eso es lo que indican los sonidos
del motor de un montón de caballos de fuerza acelerando cada vez más. Los
parásitos se precipitan con más velocidad frente al furgón, un carrillo, dos, diez.
El furgón ruge como bestia infernal, cierra los ojos y entra finalmente en la
rotonda, pasando por encima de lo que se le ponga en frente. Nadie contó cuántos carros
destrozó ni cuántos muertos hubo al final, ¡a quién le importan esas cosas en
plena hora pico! El monstruo sigue parsimonioso su camino, lentamente. Pronto
llega a la siguiente rotonda.
Estos textos me gustan por ser tan aparentemente ingenuos y cotidianos, por que son eficaces para hacer sonreír y por su intencionalidad plástica.
ResponderEliminarEso sí, siempre me sobran los comentarios del autor, creo que el texto ganaría mucho eliminando: "Nadie contó cuántos carros destrozó ni cuántos muertos hubo al final, ¡a quién le importan esas cosas en plena hora pico!"
Saludos!
Jajaja, tenés razón, ni los desastres ni las muertes importan en hora pico!
EliminarAbrazos Germán!