En realidad
las odia. No tienen límites, empezaron por meterse a la casa por cuanto agujero
encontraron, luego a su habitación y últimamente las encontró caminando sobre
sus brazos y queriéndosele meter por la boca mientras dormía. Pero no sólo
por eso las odia, las odia porque fue imposible acabar con ellas, su odio venía
acompañado con asco y un poco de temor, no soportaba escucharlas explotando
bajo su zapato y salpicando sus intestinos alrededor. Detestaba que estuvieran
imposibilitadas para atender el luto, por el contrario, cada vez que algo moría,
venían en bandadas de miles a celebrar.
De verdad las
odia, por eso cuando les dejó la casa para que acabaran con ella,
no lloró,
ni ellas tampoco, y aunque sentía finalmente valor para hacerlas explotar una
por una, optó
por echarles una mirada de desprecio por sobre el hombro. Mientras tanto, la
multitud de rostros marrones lo miraban sonrientes aplaudiéndole con sus patas
peludas como si estuvieran disfrutando el espectáculo de su fracaso. Pero él
en realidad las odiaba, en realidad las odia.
En el segundo párrafo, la idea del odio se sobreentiende, tanto al inicio del párrafo, como al final de este. Me sobra. Déjale algo al lector.
ResponderEliminarSaludos!
gracias Germán, un poco de odio adicional, cuando se odia de verdad, nunca sale sobrando! no crees? ;) jajaja, ya se te extrañaba por aquí, no te perdás!
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