Con las redes sociales, los
hashtags y los pulgares para arriba al mejor estilo de emperador romano, no
solamente se ha convertido el gusto en una cuestión de estadísticas, sino que
también se ha transformado (acaso retomado) el juicio de gusto como una cuestión
moral y política. El emoticon de un pulgar señalando hacia arriba significa
literalmente ¨me gusta¨. Pero cuando alguien sube una foto de unos niños
muriendo de hambre en África y un miserable comentario en contra del Ice bucket
challenge para no gastar agua, aparecen una multitud de deditos para arriba que
significan ¨estoy de acuerdo, qué barbaridad gastar el agua en semejantes
estupideces¨. Y luego aparece la mujer con el familiar enfermo que dice que
pide al público virtual que por favor oren por el enfermo, aparecen mil ¨likes¨
que significan: sí amiga, ya oré. El amigo a quien se le acaba de morir un pariente
y pone una foto de un lazo negro le damos tantos like, como al bicho a quien se
le acaba de morir el perro.
¿Nos gusta realmente todo a lo
que le colocamos el dedito? No lo sé. Es
muy probable que no, como cuando
marcamos con un dedo la papeleta del bicho o la bicha que llegará a ser
presidente. Al amigo talentoso que dice que canta y escribe y le ponemos un
dedito para arriba como muestra de solidaridad por su gran labor, pero no
quiere decir ni siquiera que hemos visto con un mínimo de decencia algo de su
trabajo. Los likes son vagos, significan que nos detuvimos suficiente tiempo
como para hacer click en el ícono, y en muchos de los casos son un ¨al rato
paso¨, los likes son un parámetro para medir nuestro gusto eventual, no nuestro
gusto real, pero la bicha que sale con las tetas afuera no está feliz con el
número de likes hasta que se quita la parte de abajo y recibe likes hasta de su
mama, porque el gusto es una estadística que se mide con likes. ¿Nos
gusta? No lo sé. El gusto significa
pues: la suma de gustos, de lo rico, de lo mejor, de lo peor, de la nada, de
todo…
Ahora más que nunca parece claro
que la vara del gusto es una cuestión de consenso y que claramente se ha
debilitado (o fortalecido?) por una aparente cuestión de suma. No sé cómo
andarán los datos la verdad, pero así en una revisión bastante superficial
podría uno definir los gustos de la gente en el face a punta de likes: a la
gente le gustan los cuerpos desnudos, no importa si es porque son hermosos o
porque son ridículos, parece que la valentía de poner una foto tierra genera likes,
es decir, a la gente le gusta. Y la gente gusta de las muertes, las enfermedades,
el dolor, los chismes, las aplicaciones para smartphones, la música, la
no-música, la fama, el dolor de los otros, los selfies, las fotos en general,
las publicaciones de Amelia Rueda, las frases apócrifas de Bob Marley, los
lugares comunes y los posts repetidos, a la gente le gustan los posts de los
compas depresivos que publican el dolor de todo porque la novia los cortó igual
que les gustan las imágenes random de google, Instagram, 9gag y sobre todo de
parejas y familias felices. Lo dice el face, lo dicen los pulgares, todo mundo
lo sabe. Eso es el gusto. ¿Eso es el gusto?
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