Levanto la tapa del inodoro y cuando me dice buenos días le contesto con
tres vomitadas en fila. Algo no está bien considerando que me tengo que ir a
bretear en cuestión de minutos. Me despido de los productos de mis entrañas
jalando la cadena y vienen tres vomitadas más. Me levanto a como puedo del piso
donde abrazo la taza como si fuera a salir corriendo (la taza). Tengo la mala
idea de verme en el espejo para comprobar que no queda de otra, es domingo, voy
para urgencias.
Cualquiera sabe que el sistema de salud en Costa Rica los domingos
solamente atiende urgencias, así que si usted tiene la pésima idea de contraer
un virus, asegúrese de que no sea un domingo. Los domingos sólo son buenos para
recibir disparos, puñaladas, ser atropellado por un carro, parir o tener un
infarto.
Mi tata me hace el gran favor de subir en el carro los restos de mí que
no se fueron por el desagüe cuando jale la cadena por última vez y nos vamos
para la hermosa sala de urgencias del San Juan de Dios. No voy a cansar con la
perorata de que odio los hospitales y los porqués. Baste con decir que la idea
de que voy para el hospital es suficiente motivo para incrementar mis náuseas.
Lo primero que hago es entrar al baño que parece un recinto del
infierno, pero un poco más sucio de como yo me lo imaginaba. Haciendo uso de unos
artes desconocidos de equilibrista me la juego para medio sentarme y terminar
mis trámites depositarios. No entiendo por qué no hay un lavatorio con jabón
antibacterial y salgo haciendo un drama ante mi tata que indignado me apoya
cuando extiendo mi queja al doctor que me hace el auscultamiento. Mi tata no
puede creerlo y cuando entra al baño y ve que hay dos lavatorios con agua
potable y jaboncito procede a basurearme y tacharme de necio delirante. Me río,
o creo que me río.
Las cuatro siguientes horas de espera son suficientes para un centenar
de cosas. Pasar a través de un pasillo que sin duda Dante conoció antes de
describir los círculos del infierno para que me hagan una prueba de dengue que
después de un par de horas sale negativa. Mientras permanecemos sentados en la
sala de espera escuchamos todo tipo de cosas y vemos todo tipo de escenas: un
compa llega con la mano despedazada escoltado por un policía, un par de
piedreros sentados tienen una conversación interesantísima acerca de la moral
social costarricense. Uno viene con una puñalada, pero parece que no siente
nada, el otro lo acompaña. El acompañante dice "mae, es que tengo dos
meses sin meterme una piedra, pero es que si me fumo una, me fumo todo San
José", "que va mae, yo tenía dos años de sobriedad, pero diay, ahora
ya puedo controlar la vara, me fumo una al suave de vez en cuando",
contesta el otro. Un pandereta de vocación y profesión que está sentado al lado
los ve con cara vindicativa, mientras que la doña panzona que está a la par se
agarra la panza cuando el piedrero #1 le habla al piedrero #2 de los dos hijos
que tiene y lo felices que están en la choza viendo fábulas de Disney. El
piedrero #2, el de la puñalada, insiste en relativizar moralmente los actos
censurables del piedrero #1. El pandereta asiente con la cabeza y con el ceño
fruncido. Una ambulancia estruendosa alborota mis náuseas y entra una viejita
en una camilla convulsionando. Luego entra otra ambulancia con otro apuñalado y
sus respectivos familiares llorando. El piedrero #1 le dice al otro "mae,
imaginate que la vez pasada me compré una leva pichuda, como de veinte rojos en
la mañana, y en la tarde ya la había vendido para comprarme un puño de
piedras", "mae, rata, que bárbaro, eso no se hace" dice el
piedrero apuñalado.
Voy en mi Segundo viaje al círculo de Dante para ver qué putas pasa con
mi prueba de dengue. Un chavalo muy amable de los penitentes, con una sonda en
el caño de la uretra, ahí, a la luz de todo el mundo, me mira con rostro amable
y tengo el impulso propio de un imbécil de
decirle "Hola, como estás?" a lo que el compa me responde con un
sincero "bien y vos?" que me hace sentir aún mas imbécil. En la
puerta del laboratorio hay como diez personas haciendo un despiche porque los
resultados de la prueba de dengue tampoco les salen y a mí me da vergüenza
preguntar. Salgo de nuevo a la sala de espera donde está mi tata y como
ochocientos (casi mil) piedreros más, familiares del piedrero apuñalado,
incluyendo a su esposa/novia/amante que viene con un ataque de asma y tres
moretones fresquitos en la cara. Están muy alterados porque al piedrero
apuñalado lo van a operar porque la herida le llego hasta el riñón.
No vomité más porque el simple pensamiento de tener que entrar en ese
baño otra vez me quitaba las ganas de todo. Conforme pasan las horas empieza a
llegar más gente, las filas se hacen espantosas, las ambulancias desafinadas y
estruendosas me asustan. El ambiente está espeso, el olor es insoportable,
huele a sangre sucia, alcohol, sudor, suero, medicinas, un viejito en una camilla
se acaba de orinar y viene por una diálisis. La esposa está haciendo su
despiche de rigor argumentando que lo de ella es una emergencia, que por favor
la dejen brincarse la fila. Otra señora con un ataque de asma le quiere hacer
segunda en el despiche, pero el aire no le da. Una enfermera le pasa una
bolsita para que respire, la señora la usa y en un par de minutos la bolsa esta
mojada con babas que se suman a los olores.
Mi tata empieza a aceptar con su semblante que efectivamente lo traje al
infierno a pasear el domingo, ya empezamos a temer que con tanta gente
contagiada de dengue, si no teníamos, de fijo no faltaría mucho para que nos
pegaran algo. Mientras esperábamos entraron dos muertos más, un par
desangrándose, otro chamaco apuñalado y las cámaras de Extra TV42 tomando fotos
amarillistas, como cinco embarazadas y siga contando... Mi tata y yo esperamos
los últimos minutos como penitentes hasta que me llamo el doctor "no tiene
dengue, vaya póngase esta inyección, tome suero y pase un buen día". Mi tata
y yo salimos, nos montamos en el carro, esperamos unos minutos a que el ruido
se nos marchara del recuerdo. Nos preguntábamos … para
quién putas es la CCSS?
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