No era un hospital, era un reloj
de arena. Sus dos camas separadas se
encontraban un poco elevadas y la arena
que se precipitaba en medio de los dos no parecía cesar, pero aun no los había alcanzado.
Estaban
convalecientes, muy heridos, cansados, padeciendo eso que pasa con todos los
que son aventados en una guerra: la guerra se adueña de ellos y luego ellos se adueñan
de la guerra como si fuera su modo de
vida.
Así que ahí estaban,
viendo la arena subir, restregándose las heridas uno al otro, jactándose del tamaño
de las propias... Sin mirar al tiempo cubriéndolos poco a poco.
Tenían la
certeza oculta de que las únicas manos capaces de darle la vuelta al reloj eran
las suyas.
Tenían esa
certeza mientras esperaban sanarse en medio de la guerra.
Tenían esa
certeza y no querían esperar más, pero la arena seguía subiendo y ellos no hacían
nada con su certeza.
Aun tienen
esa certeza, de enfermos esperanzados en que el tiempo, que los mata, sea lo que
los sane.
Tienen un
poco más
de certeza y un poco menos de tiempo.
Tendrán esa
certeza un poco más clara cuando sanen.
Tienen la certeza
Tendrán
la certe….
Está bien el divertimento. Lo sentí más poema que cuento, pero eso no tiene la menor importancia.
ResponderEliminarSaludos!
Jajaja, por eso es que te digo que yo tengo problemas con el concepto de microcuento! En este caso a lo mejor habría que llamarle Micro-divertimento!
ResponderEliminarSaludos Germán!
Por ese motivo, los "géneros" son a veces puro convencionalismo, independientemente de ellos, buscar la calidad y la honestidad intelectual.
ResponderEliminarSaludos!