Honestamente pienso, y sin tono
de reproche, que el enamoramiento es la forma más débil y barata del amor (y
esto para conceder que tiene algo que ver con el amor del todo). Por esta razón
ya desde hace un buen tiempo que me niego a cultivar los sentimientos de
enamoramiento, me niego a pensar que el amor es una especie de academia cuyo kínder
es el enamoramiento y la graduación es el matrimonio. Ninguno de esos
convencionalismos formales tiene relación alguna con el amor así la gente haga
cara de culo ante una afirmación como ésta.
Los argumentos más comunes que
escucho cuando digo esto son siempre del tipo: pero es que es lo más bonito,
pero es que es necesario, pero es que sin el enamoramiento cómo es pues que uno
llega a conocer a alguien y luego a amarlo. Yo devuelvo la cara de culo cuando
escucho estas cosas, por supuesto, y es que nada tienen que ver las orejas con
los tobillos. Y nada hay más falso a que el camino hacia el amor pasa por el
enamoramiento. Me dirán también que ese amor que uno siente por un hijo es
fundamentalmente un enamoramiento extremo.
NO.
El ejemplo de los hijos es el
mejor para demostrar que el enamoramiento es completamente prescindible. Antes de
abandonar la lectura, permítaseme caracterizar un poco eso que es el
enamoramiento: las ganas locas de ver a la otra persona sólo por el hecho de
verla, la sopa de maripositas en el estómago y otras estupideces, las ganas de
escuchar a la otra persona, las ganas de recibir un mensaje o una llamada, el
deseo de sentirse bello o bella ante esa persona y deseado o deseada, la
necesidad incoherente y sin fundamento de sentirse perteneciente al otro, el deseo de que el tiempo se pase lento,
etc. En fin, como se puede ver, es claramente una suma de ganas, deseos y
necesidades que tienen que ver más con una cuestión de neurosis y debilidades
psicológicas que con una cuestión de entrega desinteresada como cualquiera
podría pensar que es un amor de verdad.
Volvamos pues al amor a los
hijos. En éste no hay ese deseo de ligue ni de conquista, a un hijo o hija se
le quiere sin importar que no tenga noción de las normas más mínimas de decoro
y diga cosas como: ¨papá, no me gusta esa comida que hiciste, está fea¨, y se
le ama igual o más cuando ya le hemos limpiado la mierda y los orines un millón
de veces, o cuando se ha meado en la cama durante una semana seguida sin
siquiera pedir disculpas. A los hijos se les ama aunque en su adolescencia se
conviertan en unos hijueputas malcriados y malagradecidos y aunque en su vida
se les ocurra retribuir todo lo que les
dimos en el pasado. Se les ama sin esperar ni desear de ellos nada más que
su existencia por los siglos de los siglos, amén…
No hay retorno de la inversión, o
al menos no se espera, cuando se trata de amar a los hijos, es un continuo dar
que ni siquiera contabilizamos. No tenemos que cortejarlos ni conquistarlos, no
tenemos que vestirnos bien para ellos ni tenemos que llamarlos a cada rato para
que sepan que estamos ahí, es más, en un punto de sus vidas es probable que
nuestras llamadas les vayan a molestar y nos cataloguen de intensos pegas de
chori.
El enamoramiento es una estafa y
un boicot para el amor, nos hace perder la objetividad para entender cuando nos
están pateando el culo y además nos nubla el reconocimiento de esa cosa que es
tan importante en cualquier relación personal: el otro. El otro durante el enamoramiento no existe o no importa,
sólo importa como yo me siento en presencia de ese otro. A mí me ha sucedido
después de seis meses o dos años en una relación (el enamoramiento es finito y
nunca dura más de dos años) que la otra persona aún no sabe qué putas es lo que
le gusta de mí. ¿Cómo puede uno decir que ama a alguien que no conoce y ni
siquiera se ha tomado el tiempo de querer conocer? Parejitas tontas de bichos y
bichas que después de dos semanas de relación spamean el face con sus teamos y sus soslomejorquemehapasado y luego terminan una semana después y
aparece otro conato al que sí aman de verdad… una verdadera estafa.
Mae, seguí pensando así y te vas
a quedar solo, me dijeron un día de estos. No sé si esperaban que me sintiera
mal y cambiara mi forma torcida de pensar, lo cierto es que pensé que si mi
forma de pensar me garantiza estar solo, pero consecuente con mi cultivo
cotidiano de amor de verdad, entonces
sin duda prefiero ser solo que un eterno desconocido.