lunes, 23 de abril de 2012

Confesiones


Confieso que aun te pienso
que de vez en cuando mi cuerpo
                de almohada
desearía velar tu sueños
o los abruptos gritos bestiales
                de tus pesadillas

Confieso que en realidad
no puedo odiarte
que sí me entra una gana ubérrima
de sacudirte con un beso
                la inmadurez destiempada
la que sin ser llamada llegó
                                para matarnos

Confieso que el afán de aceptación
no me ha alcanzado
para desear que las cosas
                no fueran como son

Confieso un dolor
                perpetuo
de ver que un mundo
quedó enterrado en un avión

Confieso que estoy muerto
                y resucitado
que todo cuanto empezó
ya no es para los dos

Confieso que las confesiones
una vez salidas de mi pluma
dejan un poco de ser para mi
y dejan de doler en los pasos
cuando camino
sobre todas tus espinas 

¿Quién es la guerra?


No recuerda el nombre de las guerras en las que estuvo porque las guerras son como la mentira, su repetición infinita degenera en tedio y a la larga en indiferencia. No recuerda nombres ni fechas exactas, pero sí recuerda perfectamente bien que miles de años atrás, quizás en la antigua Persia, uno de sus superiores le había asegurado que los hijos de sus hijos vivirían en paz, pues la guerra era una especie de trampolín para la paz futura. Murieron millones.
       Llegó uno de los futuros y con él acaso la caída de algún Imperio. En esas guerras también anduvo. Tampoco recuerda a cuántos mató ni cuántos litros de sangre ajena pasaron por sus manos, pero sí recuerda que su superior le prometió la paz para el futuro. Murieron miles.
       Pasaron más años, vio caer más Imperios, participó con seguridad en la Primera Guerra, en la Segunda y por supuesto, estará también en la Tercera, eso lo da por un hecho. Estuvo en Vietnam y en Irak, por citar apenas unos ejemplos y la promesa de la paz en el futuro, por parte de sus superiores, era casi tan terca como la persistencia en el fin del mundo. “O el futuro no existe o no existe la paz”, piensa. Murieron centenas. Murieron decenas.
        Hoy en su cuarto sólo hay uno, sólo está él. Hoy no hay guerra pero tampoco hay paz. El espejo está lleno de odios y de rencor. Él tiene un arma. Recuerda todo lo que no quiere, no tiene un superior, por tanto, no tiene promesas, pero desea la paz. Posee solamente un pasado para mirar y en él encuentra  una guerra. Ya sabe por dónde debe empezar.

miércoles, 4 de abril de 2012

Desperdicios


Tomó la birra
y la emputeció con dos cubos de hielo
la copa de tinto
la dejó enfriando en la nevera
al café
le puso mil cucharadas de azúcar

Como si fuera poco
la esperanza la mandó al pasado
donde de nada sirve
y los recuerdos a una superficie
donde  no pesan nada

No bailó jamás
músicas vitales
                y las músicas de muerte
las enterró con la mustia bandera
de las guerras olvidadas

Yo lo veía desde afuera
                tirando por el barranco los elementos  
y con la cura de los desperdicios
alimento ahora los preclaros insomnios
de donde salen las mejores recetas
                donde siembro lecciones
y cosecho paz a cada momento
pues sigue siendo importante
hasta para equivocarse
conservar a todos los momentos
en su respectiva altura.

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