jueves, 28 de julio de 2011

Sepultureros del amor

                                           a Leto

¡como si la vida fuera otra cosa más
que  dirigirse en pasos
hacia donde uno puede llegar!
te miran bajo su sombra
porque creen que es su camino
el que debes andar
¡como si todos los caminos
no llevaran al mismo lugar!
te miran bajo el hombro
dirían que tus zapatos están sucios
que no son dignos para caminar
pero habrás de esperar que un rio
nazca de tus pasos
porque tu calzado es transparente
como el agua
que corre y corre
para enseñarle al mundo que no es la llegada
sino el camino y cómo se recorre
el único método para saber amar

¡como si la vida fuera algo más
que amar o esperar!
guardar el sonido de las voces
que jamás te dejarán divagar
pertenecerte y no doblarte
sino erguirte distante
o distinto
¡qué más da!
porque aprender que nada es igual
es lo preciso para poder entregar
permanecer vigilante
y cuidarse cuidándonos
en los espejos que mostramos
cuando somos otros
cuando somos todos
cuando el amigo se oculta en su espalda
marchita con el juicio
y el ceño fruncido de un alma dispar

Pero mantente erguido
que la valentía es difícil de disimular
ponte en frente de las miradas cautivas
de los acusadores del otro
de quienes te creen criminal
que ser criminal o pecador
en un mundo de muertes
pero inmortal
es lo único propicio para poder llorar
guárdate un poco de tu Dios
para que se lo prestes
cuando al suyo vuelvan a crucificar
¡asesinos del amar!
o a quienes preferimos no tenerlo
con tal de no ponernos a su par
guárdalo para que lo sigas multiplicando
cuando sus mundos se acaben
y te encuentren en los ensueños
de lo único que es real
del camino sin miradas
criminales
sin miradas de sepulcro
miradas sucias de estos
sepultureros del amor.


miércoles, 27 de julio de 2011

Dis-variantes

Sintiéndose un poco vacío se iba a la cama, estaba harto, pero vacío, si es que semejante cosa es posible. El ruido del aire acondicionado parecía hacerle tic tac en las sienes, irse a la cama de seguro haría desaparecer ese sonido. Entonces se acomodó lo que le quedaba de ropa y se agachó un poco porque parecía que llevaba el peso del mundo sobre sus hombros, eso que seguramente ha de llamarse complejo de Atlas o alguna otra parodia por el estilo. Caminaba callado hacia su habitación y el insomnio parecía que se le colgaba de los pies para no dejarlo llegar.

Él arrastraba el mundo sobre los hombros, llevaba puesto lo que le quedaba de ropa,  estaba lleno del sonido de los tic tac sobre las sienes y lleno de hastió. Cuando llegó a la cama, la cama estaba llena. Él estaba vacío.

viernes, 22 de julio de 2011

Acerca de los diversos efectos del vino en la escritura

Apuraba el vino para abrir otra botella. Cada una tenía un verso y él era escritor. Para ser escritor el requisito era escribir, no ser leído. Pero, si nadie lo lee, ¿quién es el que escribe?. Entonces: “escribir es ser leído". ¿Interpretado? No, sólo leído. Escribir es ser pasado, morir, o vivir de las sobras, que es "lo mismo" que morir. Entonces escribir es ser "lo mismo". Único objeto: morir, o ser leído, o vivir, o estar muerto.

Bebió el último sorbo, guardó la pluma y se empezó a leer.

miércoles, 20 de julio de 2011

El Tramposo

Era por el sentimiento de suciedad que queda como residuo cuando se quebranta un prejuicio que Hans no podía dormir. Caminaba dando vueltas aquí y allá para no llegar a casa; sabía que la evidencia del error era válida sólo cuando se entraba en contacto con el otro. Pensar en su propio beneficio, y nada más, era lo que le había hecho fallar. Pero sabía que con el simple acto de prolongar el rodeo para llegar a casa, se garantizaba unos cuantos minutos fuera del alcance del dedo acusador.
Su familia, en efecto, lo esperaba solamente para reprenderle, para señalarle. Después de consumados los hechos, sólo queda espacio para el inútil reproche. Pero ésta vez, extrañamente más que en otras, Hans no lo deseaba.
Hans era más un personaje que una persona, y era esto algo tan cierto que, siendo hombre, bien pudo haber sido una mujer. Era como una puesta en escena y usualmente le gustaba dramatizarse frente al espejo. Actuaba – en sentido literal – en su vida dependiendo del azaroso estado de ánimo que por cosas inexplicables de la vida, nunca se encontraba equilibrado.  
Le gustaba jugar al Don Juan, al hombre irresistible, al sofista del amor que con astucia consigue ser visto como el amante ideal. Pero le gustaba también ser el mártir trágico de un delirio, el conato de un héroe suicida de alguna tragedia dramática, el legítimo escombro de un amor no correspondido. Pero era capaz también de mezclar los dos personajes a conveniencia de manera que en cuanto no lograba sus objetivos como enamorado de ensueño, se convertía de inmediato en un agonizante de la pasión para lograr su meta. Y esa meta era siempre la misma: hacer el amor.
Era casi banal para sus objetos eróticos caer en la cuenta de que al final todo se reducía a lo mismo, pero era banal también para Hans, de manera que una vez alcanzado el objeto, desechaba su tarea y buscaba algo nuevo: todas y cada una de las mujeres que se le ponían en frente, fuera quien fuere, estaban dentro de los márgenes de sus posibles objetos amatorios, cualquiera era susceptible de formar parte de uno de sus proyectos de conquista. Era una lógica bastante sencilla entre el objeto del deseo y la conquista, donde el término conquista no podía ser menos apropiado. Pero finalmente regresaba una vez más a lo mismo: otra vez la presencia de lo sucio, de lo acabado, de lo conquistado, de lo efímero; otra vez la sensación de haber jugado fuera de las reglas comunes, de haber burlado la realidad.
¿Qué más podría ser el sentimiento de la suciedad sino eso? Ganar un juego haciendo trampa, encontrar la gloria que se va justo en el momento en que el ganador se hace consiente de la burla. Nada podía hacer. Era su consigna: llevar la máscara del tramposo, del que logra su cometido sin merecer siquiera su propio aplauso.
El rodeo antes de llegar a casa era parte de otra trampa. Porque en todo juego supone una trampa conocer todas las soluciones, no dejar puertas abiertas para la pasión del azar, de la sorpresa. Hans era un incapaz para lo inesperado.
Por eso, antes de llegar a casa se detenía en la misma esquina, a diez pasos antes de llegar, se ponía la mano en la barbilla como hacen los que piensan mucho y luego tomaba el camino contrario, dando una vuelta a la enorme cuadra. Pasaba frente a la parroquia, siempre abierta, y se asomaba con una risa burlona dirigida hacia donde estaban los devotos, poniéndole una moneda al santo de su preferencia, como apostándole a los azares de beneplácito divino; como esperando que al salir de allí, el mundo estuviese arreglado. 
Para Hans era un juego, él siempre sabía  cómo conseguir lo deseado. Pero estaba desencantado. Hans se burlaba de las lágrimas de los borrachos de la cantina de la esquina porque eran reales, eran un sincero signo de doblegación ante el golpe de la realidad.  Frecuentemente entraba a la cantina y les aceptaba un trago, sólo para burlarse  de ellos en sus narices; pero se burlaba no con risas, sino con llantos, pues controlaba su llanto al igual que su risa, y le parecía más elegante ser él, el único con la conciencia de la burla. Hans no sabía cómo llorar al menos que fuese adrede. Ni tampoco  reír; pero igualmente tampoco podía dormir.
Mucho menos en los últimos días, pues algo le daba la certeza de que había acabado con todos sus prejuicios. Ésta misma noche había acabado con el último. Ahora era completamente sucio, era culpable de todo porque era el único con conciencia de todo y ya no tenía razones para vivir. ¿Para qué vivir si ya no se tiene la incertidumbre de saber que se puede esperar lo inesperado?
Hans pasó por la parroquia, por la cantina, rodeó el parque, saludó a las putas, se acercó al puente, se asomó para ver el agua correr; pensó en los dedos señalándole al llegar a casa, sus hijos, su esposa, todos pensando en un bien y en un mal que él finalmente había superado por completo. Se puso de nuevo su disfraz: el de la soledad. Sonrió cuando llegó a la línea del tren, se desnudó por completo, se acostó con  la nuca sobre el riel y cuando vio la luz del tren acercarse, de sus ojos emanaron las primeras lágrimas reales de su vida. Las lágrimas inesperadas de los ojos que creían conocer de previo todo lo cognoscible. Nadie de su familia lo esperaba realmente, y nadie siquiera se preguntaba porqué no había llegado aún.  En todo caso era inútil: Hans no llegaría a casa ésta vez. 


sábado, 9 de julio de 2011

La ética del “vivazo”

Desconozco si la categoría es utilizada en distintas regiones de habla hispana bajo la misma acepción, y de hecho desconozco si  existe oficialmente como vocablo de acepción costarricense; obviamente también desconozco las nuevas formas que utilizan las más jóvenes generaciones para referirse al “vivazo”. Sin embargo antes de entrar la tipificación del vocablo, tengo que decir que mi opinión es que en Costa Rica dicha palabra predomina con un valor casi que de imperativo categórico kantiano, es decir, los parámetros a seguir desde el último y más bajo espécimen de la fauna social, hasta el más alto oligarca de cualquier calaña (aquí lo de bajo y alto debe entenderse como completamente relativo, y sin prejuicios de tipo clasista, es decir, en realidad no sé moralmente quién está más abajo que quién) todos se mueven con las cuerdas de la ética del vivazo. ¿En qué consiste ésta? Es muy sencillo: el bien y el mal están definios con base es quien es el más vivazo. Ser bueno y ser vivazo son una y la misma cosa, mientras que si usted, querido lector, es un dormido, sapo, bombeta y demás categorías que hacen las veces de antónimo del vivazo, quiere decir que esta moralmente mal.

El vivazo es abiertamente educado para ser tal y, desde hace ya varias décadas, la categoría ha pasado a ser insertada de manera que ya ni siquiera se cuestiona. En las escuelas y colegios nunca falta quien se jacte, con orgullo, de pasar un examen sin haber estudiado porque es un vivazo, el estudiante se enorgullece de su mediocridad porque basta con ser un vivazo para cumplir con los requisitos que se le requieren. En las universidades (públicas o privadas, pues la ética del vivazo sobrepasa estos detalles) el estudiante se enorgullece de pasar con 10 un curso copiando y pegando artículos de wikipedia y otras páginas de internet en sus investigaciones. El vivazo prefiere leer el resumen de un libro, o mirar una película, para responder las preguntas de un examen. El administrador de la empresa (nacional, o transnacional) se siente moralmente correcto cuando acepta sobornos o negocios sucios, pues de no hacerlo, sería un dormido. El policía de tránsito que no acepta mordidas para el cafecito con el compa, no es un vivazo. El diputado que no trafica influencias no es un vivazo. El que esta fuera de la argolla es un picado porque no está dentro, es un mediocre, no es vivazo. El político, así sea el presidente de la República no es vivazo si no manipula concesiones. El sacerdote que no es pedófilo o que no se toma las ofrendas, no es un vivazo. El pastorcillo evangélico (o de otras denominaciones) que no utiliza los diezmos en su beneficio, no es un vivazo. El jugador de futbol que no demuestra que se pueden ganar partidos después de una noche de juerga no es un vivazo. El empleado público que no se roba el salario no es un vivazo. El galán de cantina que no tiene una gran hablada para ligarse a todas las nenas  no es un vivazo...

Los ejemplos son infinitos (sin exagerar).  No voy a hacer una prédica del deber ser del tico, me basta con traer a la luz la causa de tanta mugre. En un lugar donde ser libre se traduce en ser mediocre, en donde “soy tico porque como gallopinto y digo pura vida” (¿?) como dice un grupillo de facebook, en donde si uno esta en contra o señala estos puntos es un resentido, chancletudo, negativo, pesimista, y demás etcéteras, es muy sencillo comprender que las consecuencias de lo que vivimos son causadas por nosotros mismos. Luego resulta sencillo culpar a la divina providencia, o a la Virgen de los Ángeles de no cumplir nuestras voluntades. El país más feliz del mundo es el título con el que el vivazo justifica la podredumbre de no hacer, de que otros hagan, de que yo-no-sirvo-para-eso y demás patrañas.


miércoles, 6 de julio de 2011

una consigna

                        a Mome


optar por lo breve

                        aforismo

caminar es aproximarse por pasos a las postrimerías, sólo se camina en los paroxismos

                        imagen y síntesis

ser un mar en calma y ser la calma del mar, son sólo dos formas imposibles para hacer simultáneas la paz y el llanto

                        más(o menos,¡qué más da!)  

la luna está sombría con tu ausencia
no es de orgullo su dolencia
es que se ha escondido el sol
entre las sombras del dolor

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